Pablo
Pérez
Atrás quedaron aquellas
frases y consejos de nuestros padres, abuelos y tíos que formaron parte de
nuestra educación y formación como hombres y mujeres de bien. En un país con
sus valores hipotecados, pareciera no tener cabida aquello que: "A las
mujeres no se les toca ni con el pétalo de una rosa", o un extracto del
famoso poema de Andrés Eloy Blanco que exalta la bendición de ser padre:
"Cuándo se tiene un hijo, se tienen todos los hijos del mundo".
Revisar los medios de
comunicación y encontrarse con noticias como que unas 30 mujeres han sido
asesinadas en lo que va del año en el Zulia, o con la aberrante información de
que un sujeto abusó sexualmente de más de diez niños en la Costa Oriental del
Lago, por citar sólo dos ejemplos recientes, es una muestra de la degradación
social en la que estamos sumergidos.
Pero ¿Qué ha ocurrido para
que lleguemos a tales niveles de desmoralización? Múltiples son los factores
que inciden en este proceso de distorsión social en el cual los valores parecen
haberse extraviado. Hemos entrado en un preocupante estado de anomia social.
¿Todo es culpa de este
Gobierno? No. De lo que si es culpable es de haber hecho muy poco por rescatar
la moral, la honestidad y el respeto como valores intrínsecos en una sociedad.
Se han ocupado más de instaurar una hegemonía que implica una falsa moral
revolucionaria y un proceso de ideologización para crear un hombre nuevo y obediente.
Venezuela es un país donde
la educación pareciera no ser la prioridad del Gobierno. Este régimen no exhibe
ni un solo programa educativo eficiente. No son capaces de construir nuevas
escuelas y liceos, muchos menos se ocupan de la calidad de la educación
venezolana.
El sólo hecho de ver como se
tilda de "desestabilizadores" a un grupo de estudiantes y profesores
universitarios, que lo único que piden son sueldos dignos y un presupuesto
justo para formar excelentes profesionales y tener universidades de alta
competencia, resulta preocupante e inquietante.
Este es un Gobierno que ha
pretendido dinamitar la estructura de la sociedad venezolana, con el fin de
imponer un socialismo que carece de lógica y de antecedentes positivos. Han
llegado al límite de justificar y amparar delitos como las invasiones.
Pero qué podemos esperar de
una sociedad con signos de anomia, si el principal promotor de dicha anomia es
el propio Gobierno, que en vez de dar el ejemplo a través de las expropiaciones
se apoderó de empresas, industrias y fincas sin pagar a sus legítimos dueños el
precio de sus bienes. Eso no es expropiación, sino una apropiación.
Cuando el Gobierno actúa de
esa forma, carece de autoridad para poner orden en el desorden. Y el desorden
que se vive en Venezuela es la consecuencia que nuestra sociedad olvidó esos
valores que nuestros familiares nos transfirieron de generación en generación.
Bien lo dice Mandela: “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para
cambiar el mundo. La educación es el gran motor del desarrollo personal”; y
hacia allá debemos ir como personas, como sociedad con valores y principios que
muestren la nobleza y el altruismo que siempre nos ha caracterizado como
venezolanos y muy especialmente como zulianos.
Estamos a tiempo
de corregir. No todo está perdido. Cuando esta pesadilla acabe, todos los
venezolanos debemos trabajar unidos por aportar en un proyecto de país que
incluya una educación de calidad, con el fin de sembrar los valores que nos
permitan regresar a tiempos de paz, respeto y tolerancia.
Finalmente cierro con otra
frase de Nelson Mandela: “No puede haber
una revelación más intensa del alma de una sociedad, que la forma en la que
trata a sus niños”. Sin educación no hay valores. Sin valores no hay
sociedad.
Pablo Pérez
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