Pablo
Pérez
Cuando las emociones prevalecen en la
actividad política se cometen errores que pueden ser muy graves no sólo para
quien decide, sino para los ciudadanos que están esperando una acción de
gobierno realmente eficiente. Maduro está en esa disyuntiva, porque en su
accionar prevalece la emoción, más no la racionalidad.
Van de error en error. No han podido
desactivar la protesta en las calles que ahora tiene otros ribetes. En buena parte no han logrado calmar los
ánimos de un pueblo hastiado de inseguridad, escasez, inflación y deterioro de
su calidad de vida; porque no quieren entender el fondo y prefieren atacar la
forma de lo que ocurre.
Aquí no se trata de una conspiración
internacional, sino de las consecuencias de 15 años de desaciertos que han
conducido a que el país esté deteriorado hasta el límite. Vivimos en un clima
de violencia brutal. La escasez es profunda y la inflación se burla de
cualquier intento gubernamental por dominarla.
Ese es el fondo de la crisis. Pero
entender y atender la raíz del problema implica un cambio radical de rumbo que amerita,
como he dicho en otras ocasiones, la admisión que el modelo socialista fracasó
y que se necesita de un real y brusco giro de timón para recuperar la economía
y paulatinamente atender el reclamo social.
Maduro insiste en un diálogo que es más
bien un monologo, en el cual una parte de los presentes se desviven en loas y
acusaciones de la conspiración internacional, mientras otros se colocan en
posiciones extrañas legitimando la ausencia de gobernabilidad en Venezuela.
Yo respaldo la posición de la Mesa de la
Unidad y de Henrique Capriles de dialogar con una agenda de por medio, en la
cual se establezcan los problemas sobre los cuales se discutirá y se asignen
metas que nos permitan bajar los niveles de conflictividad. Entre los temas
prioritarios de una agenda para el diálogo, está la libertad plena de los
presos políticos como Iván Simonovis y Leopoldo López, entre tantos otros.
No se puede acudir a un diálogo sin esa
agenda mínima, sólo para complacer las ambiciones del Gobierno por seguir
simulando que ellos son la víctima y los que protestan son los victimarios. Ellos
como gobierno son los responsables de los graves problemas que han impulsado a
los venezolanos para que salgan a las calles a protestar.
Todo es una farsa porque hablan de
diálogo y Maduro luego ordena a los colectivos que apaguen cualquier
“candelita” que se prenda en las calles. Esa es la clara confesión que si
tienen bandas armadas que actúan al margen de la ley reprimiendo las protestas.
Con eso además admiten que la crisis los superó y que no saben como calmar los
ánimos.
Pero además han quedado al descubierto
ante la comunidad internacional no sólo por la brutal represión, sino por
negarse a que la crisis sea revisada en organismos internacionales como la OEA
y la ONU. Su exagerada reacción contra Panamá al romper todo tipo de
relaciones, es otra clarísima señal que la crisis existe y que han cometido
cualquier cantidad de violaciones a los derechos humanos.
Mientras sigan haciéndose las víctimas,
mientras no entiendan el fondo de la crisis y mientras no asuman que se
necesita un diálogo real con una agenda de temas y sin cartas escondidas;
seguirán actuando más con la emoción que con la racionalidad y no podrán
desactivar la crisis.
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