Pablo Pérez
Recientemente el Puente sobre
el Lago “General Rafael Urdaneta” cumplió 51 años de inaugurado y lejos de
sentir emoción y orgullo por tener el puente de concreto pretensado más largo
de Latinoamérica; lo que nos embargó fue la tristeza y preocupación por tanto
esfuerzo perdido.
Tristeza, porque eso es lo
que sentimos los zulianos al ver las condiciones en las que está ahorita la
estructura; al ver cómo festejaban algo que entró en agonía, en coma, en
cuidados intensivos desde hace cuatro años cuando su cuidado y administración
volvió a manos del centralismo. Este es otro show, otro espectáculo basado en
la mentira.
Preocupación, porque debido
a la deplorable situación en la que se encuentra “El Coloso”, transitar por él
se ha convertido en un peligro, pues a cada rato hay accidentes; en las noches
está a oscuras, no hay ojos de gato que sirvan de guía a los conductores; el
golpe de la separación de las juntas se siente al pasar por encima de ellas y
así muchas calamidades más.
Con pañitos de agua
caliente no solventarán el descuido y la falta de mantenimiento permanente.
Pintura es lo único que ha recibido en cuatro años. Se apropian de los íconos
del Zulia para dejarlos en el abandono. Este es otro castigo contra la zulianidad.
No entienden nuestra forma de pensar y actuar. Devuélvanle a los zulianos el puente.
Es hora de darle al puente
lo que merece por sus impecables años de servicio. Pónganlo a funcionar como lo
manteníamos en la Democracia Social en donde teníamos a disposición ambulancias
en cada cabecera, grúas las 24 horas, además de cámaras para monitorear, vigilar
y detectar cualquier contingencia.
También teníamos un museo
en donde se exhibía la historia y memoria del Puente General Rafael Urdaneta.
Era una infraestructura vial orgullo de los zulianos y al servicio del
ciudadano. Hoy es un peligro para que quienes lo transitan. Es una vergüenza
más del centralismo.
Sentir la “emoción tan
grande”, al pasar el Puente, de la que habla la gaita “Cuando voy a
Maracaibo” ahorita se ha quedado en recuerdos y en una historia que comenzó
el 24 de agosto de 1962 cuando el entonces Presidente de la República, Rómulo
Betancourt, inauguró el Puente sobre el Lago de Maracaibo.
Dos años más tarde el súper
tanquero Esso Maracaibo, que transportaba petróleo, chocó contra la estructura
y derribó casi 250 metros; pero en ocho meses fue reparado porque la emergencia
así lo ameritaba. No había indolencia, tampoco indiferencia o castigo a los
zulianos. Hoy es la calamidad que cruza el lago.
No son capaces de atender
al viejo puente y nos quieren marear con la construcción de una vía alterna.
Puente Nigale es otra burla a los ciudadanos. Ojalá logren concretarlo, porque
así alargamos la vida útil del olvidado y maltratado que cumple 51 años.
En mi artículo de la semana
pasada hablé de la Av. Los Haticos, hoy deteriorada y en camino de perderse la inversión y el
esfuerzo de una gestión basada en la democracia social. Hoy sumamos el puente
que se cae de indolencia. Estamos frente a la mayor muestra de incapacidad por
parte de un Gobierno que lo ha tenido todo. Han disfrutado hasta el silencio
cómplice de quienes ayer defendían la descentralización, pero hoy por
apetencias de poder creen en la centralización.
Creen que mediante el
abandono y el deterioro se borra la memoria de un pueblo. Consideran que es
necesario construir una nueva historia para engañar al soberano.
Circunstancialmente están ahí para exhibir una gestión que va de fracaso en
fracaso y de pintura en pintura. Puro maquillaje.
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