miércoles, 28 de agosto de 2013

El puente en ruinas



Pablo Pérez

Recientemente el Puente sobre el Lago “General Rafael Urdaneta” cumplió 51 años de inaugurado y lejos de sentir emoción y orgullo por tener el puente de concreto pretensado más largo de Latinoamérica; lo que nos embargó fue la tristeza y preocupación por tanto esfuerzo perdido.


Tristeza, porque eso es lo que sentimos los zulianos al ver las condiciones en las que está ahorita la estructura; al ver cómo festejaban algo que entró en agonía, en coma, en cuidados intensivos desde hace cuatro años cuando su cuidado y administración volvió a manos del centralismo. Este es otro show, otro espectáculo basado en la mentira.

Preocupación, porque debido a la deplorable situación en la que se encuentra “El Coloso”, transitar por él se ha convertido en un peligro, pues a cada rato hay accidentes; en las noches está a oscuras, no hay ojos de gato que sirvan de guía a los conductores; el golpe de la separación de las juntas se siente al pasar por encima de ellas y así muchas calamidades más.

Con pañitos de agua caliente no solventarán el descuido y la falta de mantenimiento permanente. Pintura es lo único que ha recibido en cuatro años. Se apropian de los íconos del Zulia para dejarlos en el abandono. Este es otro castigo contra la zulianidad. No entienden nuestra forma de pensar y actuar. Devuélvanle a los zulianos el puente.

Es hora de darle al puente lo que merece por sus impecables años de servicio. Pónganlo a funcionar como lo manteníamos en la Democracia Social en donde teníamos a disposición ambulancias en cada cabecera, grúas las 24 horas, además de cámaras para monitorear, vigilar y detectar cualquier contingencia.

También teníamos un museo en donde se exhibía la historia y memoria del Puente General Rafael Urdaneta. Era una infraestructura vial orgullo de los zulianos y al servicio del ciudadano. Hoy es un peligro para que quienes lo transitan. Es una vergüenza más del centralismo.

Sentir la “emoción tan grande”, al pasar el Puente, de la que habla la gaita “Cuando voy a Maracaibo” ahorita se ha quedado en recuerdos y en una historia que comenzó el 24 de agosto de 1962 cuando el entonces Presidente de la República, Rómulo Betancourt, inauguró el Puente sobre el Lago de Maracaibo.

Dos años más tarde el súper tanquero Esso Maracaibo, que transportaba petróleo, chocó contra la estructura y derribó casi 250 metros; pero en ocho meses fue reparado porque la emergencia así lo ameritaba. No había indolencia, tampoco indiferencia o castigo a los zulianos. Hoy es la calamidad que cruza el lago.

No son capaces de atender al viejo puente y nos quieren marear con la construcción de una vía alterna. Puente Nigale es otra burla a los ciudadanos. Ojalá logren concretarlo, porque así alargamos la vida útil del olvidado y maltratado que cumple 51 años.

En mi artículo de la semana pasada hablé de la Av. Los Haticos, hoy deteriorada  y en camino de perderse la inversión y el esfuerzo de una gestión basada en la democracia social. Hoy sumamos el puente que se cae de indolencia. Estamos frente a la mayor muestra de incapacidad por parte de un Gobierno que lo ha tenido todo. Han disfrutado hasta el silencio cómplice de quienes ayer defendían la descentralización, pero hoy por apetencias de poder creen en la centralización.

Creen que mediante el abandono y el deterioro se borra la memoria de un pueblo. Consideran que es necesario construir una nueva historia para engañar al soberano. Circunstancialmente están ahí para exhibir una gestión que va de fracaso en fracaso y de pintura en pintura. Puro maquillaje.




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