Los venezolanos dimos una contundente e incuestionable muestra de
civismo, firmeza y prudencia en las elecciones del 6D. Esa es una
señal bien clara de la madurez política alcanzada por la mayoría
en el país, porque a pesar del malestar colectivo y el deterioro de
la economía venezolana, la violencia no fue el camino, sino la
democracia.
Civismo porque confiamos en el voto como instrumento de la lucha
ciudadana, cuando los pronósticos hablaban de posibles estallidos
sociales ante el deterioro de la calidad de vida de la población.
Firmeza porque la gente sin miedo acudió a votar sin prestar mucha
atención a las amenazas que desde el Gobierno se lanzaron por
diversas vías para desmotivar a los electores.
Y prudencia porque nadie cayó en las trampas que el Gobierno fue
colocando en el difícil camino electoral, con el fin de generar
situaciones violentas que sólo pueden favorecer a quienes además
del monopolio de las armas, tenían grupos de choque prestos para
atacar a la Venezuela que quería cambio.
Esa misma combinación de civismo, firmeza y prudencia marcará la
conducta y las decisiones que soberanamente tomará la nueva Asamblea
Nacional. Nuestros parlamentarios han diseñado una extraordinaria
agenda legislativa para actuar en el campo político, económico y
social.
No vamos a atropellar a nadie, pero tampoco permitiremos atropellos
de quienes insisten en mantener un modelo que fracasó. En la AN no
se tomarán decisiones de política económica, pero si se puede
intervenir el marco legal que permita la recuperación del Estado de
Derecho y la confianza de los inversionistas nacionales y
extranjeros.
No ganamos con un espíritu de revancha, ni atropellos, porque el
país votó por un cambio y ese cambio implica hacer todos los
esfuerzos posibles por recuperar el respeto, la tolerancia y la
concordia entre los venezolanos. Para ello se requiere de una
amnistía que permita la liberación de los presos políticos,
incluyendo a decenas de estudiantes y otros ciudadanos que fueron
criminalizados por el Gobierno porque se atrevieron a hacer uso de su
legítimo derecho a la protesta cívica.
Pero si ganamos para recuperar la institucionalidad y las
competencias del Parlamento en el control del derroche del Gobierno.
Tal como han adelantado varios diputados, las instituciones públicas
deben rendir cuentas porque hasta ahora se han beneficiado de la
opacidad de un régimen que no entregaba cuentas claras de sus
actuaciones.
La nueva Asamblea Nacional será un verdadero parlamento para la
discusión de los grandes temas nacionales, para la toma de
decisiones legislativas que ataquen los problemas que agobian a los
venezolanos y además para vigilar y controlar lo que se hace con el
dinero público. Eso es un mandato y lo vamos a cumplir.
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