Pablo Pérez
La crispación en el país es muy alta y lo peor es que ese rasgo perturbador es parte de una peligrosa mezcla que además incluye malestar, violencia y odio, demasiado odio para un país que a pesar de las vicisitudes se acostumbró a vivir en paz, a dirimir sus diferencias en el terreno democrático y dónde privaba la tolerancia y el respeto.
Esas son las secuelas de más de 16 años de planificada destrucción social, moral y económica. Un plan que concibió la división político-social. Que planeó la destrucción del aparato productivo nacional mediante las expropiaciones, el control de cambio y la persecución por parte de todo el aparato del Estado puesto al servicio de una parcialidad.
Sin embargo, sus planes han sufrido un peligroso frenazo. No contaban con la llegada de la época de las vacas flacas. Pensaron que los altos precios del petróleo serían eternos y eso les permitiría el dinero suficiente para seguir alimentando un populismo feroz a través de buena parte de las misiones que convirtieron a miles de venezolanos en dependientes del Gobierno; pero además mantendrían el flujo de caja para seguir importando los alimentos y otros bienes que ya no se producen en Venezuela.
Ahora ya no tienen dinero. Se acabó la bonanza o mejor dicho despalillaron la bonanza. Ahora no tienen como sostener el populismo. Tampoco tienen para importaciones masivas de alimentos. Y no hay tiempo para rescatar la producción nacional y que eso les permita sostenerse en el poder, que es además es pertinente decir: es la única preocupación que tienen.
Acusan al bachaqueo de ser el responsable de la escasez y el bachaqueo es la secuela más dañina de ese proceso de destrucción que ellos emprendieron en Venezuela. El bachaqueo es la consecuencia de la escasez. El problema no son los bachaqueros, sino que no hay producción nacional y se comienza a evidenciar de forma alarmante el desabastecimiento.
Y al no existir suficiente abastecimiento, se generan esas largas colas que se observan fuera de los comercios. Colas que generan malestar y alimentan ese odio que está en la calle y que aún no hemos visto en su total dimensión, ya que por ahora está parcialmente contenido. El país es una bomba de tiempo. Lo ocurrido en San Félix y Sinamaica, por sólo citar los dos ejemplos más preocupantes, son una clara demostración del volcán a punto de erupción que es Venezuela.
Con este Gobierno no hay salida y eso lo sabe la mayoría de los venezolanos que en más de un 80% afirma que vamos por muy mal camino, pero además un porcentaje similar de los ciudadanos asegura que se necesita un cambio. Venezuela necesita un cambio para el progreso. Un cambio que construya una gran coalición nacional que permita no sólo abordar la crisis económica a corto y mediano plazo, sino también corregir las distorsiones sociales creadas por más de 16 años de barbarie. Estamos a tiempo de cambiar el rumbo. Participa y vota.
@PabloPerezOf
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