Pablo
Pérez
Un diálogo que no genere acuerdos ¿es
realmente un diálogo? Creo que no. El gobierno está bien enredado en cuanto al
tema, como consecuencia de las distintas visiones que sus voceros tienen sobre el
crucial encuentro entre la oposición y el oficialismo.
Las divergencias a nivel del gobierno son
notorias. En privado se logran acuerdos parciales sobre temas sensibles como la
liberación de Iván Simonovis, por ejemplo, pero voceros como Jorge Rodríguez
salen en forma burlona a negar esa posibilidad. El gobierno está jugando con
fuego si cree que puede marear al país opositor con tácticas dilatorias en
cuanto al diálogo.
Era justo y necesario que la Mesa de la
Unidad Democrática (MUD) congelara el diálogo ante la brutal represión y
persecución de las cuales son víctimas nuestros estudiantes, quienes ahora
están siendo detenidos sólo por participar en marchas pacíficas que terminan en
violencia como consecuencia de la represión policial y militar.
El gobierno de Nicolás Maduro no está
tratando con la seriedad necesaria a esa posibilidad que ha surgido en el marco
de la democracia, de sentarse con la oposición para establecer acuerdos mínimos
que devuelvan por lo menos parcialmente la gobernabilidad perdida en el país.
La MUD ha hecho propuestas muy claras,
que hasta ahora no han sido atendidas con responsabilidad por el gobierno: la
paralización de las violaciones a los derechos humanos de quienes protestan, una
ley de amnistía que permita la libertad para los presos políticos y el regreso
de los exiliados, el cierre de los casos judiciales abiertos contra el
movimiento estudiantil, la conformación de un CNE imparcial, la instalación de
una Comisión de la Verdad que sea independiente y creíble, entre muchas otras
ideas que no han recibido la atención adecuada.
Tomemos el ejemplo de la ley de amnistía
para los presos políticos. Esa proposición ha sido desestimada por dirigentes
del PSUV que antes fueron beneficiados con medidas similares aprobadas por el
expresidente Rafael Caldera. Antes los beneficios eran buenos para ellos, hoy
son malos para los presos políticos.
El país está en una encrucijada
peligrosa. Por un lado, tenemos un gobierno con una severa crisis de
gobernabilidad y gobernanza. Un gobierno que ha perdido credibilidad en la
mayor parte de la población. Con un liderazgo que se pelea por cuotas de poder,
sin pensar en el beneficio del país.
Es un gobierno que está entrampado por
una crisis que no sabe cómo resolver y al mismo tiempo se empeña en negar los
cambios en el modelo socialista que ha causado todo este desastre. Ante su
movedizo piso político, el gobierno pretende usar el diálogo como un mecanismo
para ganar tiempo.
En el otro lado de la mesa, tenemos a una
oposición que vive momentos difíciles en cuanto a su
unidad, pero que hace todo el esfuerzo posible por encontrar salidas a la
crisis y la elevada conflictividad que se vive en el país. La MUD tiene que
seguir ejerciendo presión para obligar al gobierno a acordar resultados
concretos en el diálogo.
La situación no está para juegos o huidas
hacia delante. No hay espacios para el sectarismo. Yo prefiero alcanzar
acuerdos mínimos con el gobierno en el marco del diálogo, que sentarnos mañana a
reflexionar por el tiempo y la oportunidad perdida cuando estemos en una
especie de guerra civil. Es el tiempo de resultados concretos en el diálogo.
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