Pablo Pérez Álvarez (Archivo)
Pablo Pérez
En este primer artículo del año 2014 quisiera decir ¡Feliz
Año! Pero resulta un poco incómodo y hasta inapropiado decirlo y desearlo
cuando vemos cómo la muerte y el dolor cada día arropan a más familias
venezolanas y nos arrebatan a jóvenes, padres y madres inocentes que en mala
hora se atravesaron en el camino de la delincuencia.
Tanto se ha dicho y se ha escrito sobre este tema, que a
veces pudiera resultar trillado para algunos, pero denunciar que nos están
matando por gusto, exigir justicia, pedir una solución inmediata y de una vez
por todas a esta situación que pasó de ser un problema a un flagelo, no es para
nada trillado, por el contrario, cada vez debemos alzar más nuestra voz para
exigir un derecho tan elemental como lo es la vida, y el Estado venezolano debe
garantizárnoslo.
Venezuela vive en una guerra en la cual la delincuencia gana
sus batallas, mientras los venezolanos vivimos en un estado de sitio producto
de la inseguridad. Sobrevivimos en un encierro tal que nuestras casas ahora son
cárceles familiares donde nos resguardamos la mayor parte del tiempo. Las
cifras son tan elevadas que a nivel mundial hay curiosidad por lo que ocurre en
Venezuela.
Fíjense sólo algunas cifras. El Observatorio Venezolano de
la Violencia señala que en nuestro país durante el 2013 casi 25 mil venezolanos
murieron producto de la criminalidad. Los estudios del OVV concluyen que en
Venezuela hay 74 asesinatos por cada 100 mil habitantes.
Por si eso fuera poco, el Consejo
Ciudadano para la Seguridad y la Justicia Penal de México coloca a cinco
ciudades venezolanas entre las 50 más violentas del mundo: Caracas, Barquisimeto,
Ciudad Guayana, Maracaibo y Valencia. Sólo la capital del país tiene el muy
desagradable segundo lugar como ciudad violenta con 134 asesinatos por cada 100
mil habitantes.
No sólo hay inseguridad en Maracaibo, sino en todo el Zulia.
Las informaciones reseñadas por los medios de comunicación de la región dan
cuenta que en los primeros 15 días de este año, en el estado se cometieron 46
asesinatos. La criminalidad explotó en la cara del Gobierno nacional, cuando a
seis días de la llegada del Nuevo Año, Venezuela y el mundo entero se
estremecieron con el crimen de nuestra coterránea Mónica Spear y su esposo.
Ambos fueron asesinados vil y "sanguinariamente" por una banda de
delincuentes que no en vano se hacían llamar "Los Sanguinarios de El
Cambur".
Entre las cosas asombrosas, por decirlo de alguna manera, de
este caso, está que en menos de 48 horas las autoridades desmantelaron la banda
y capturaron a todos los involucrados en el crimen de la ex Miss Venezuela; eso
demuestra algo: la policía sabe quiénes son y donde están las pandillas delictivas.
Entonces nos preguntamos ¿A qué se debe la impunidad en el resto de los
homicidios perpetrados en este país?, ¿Por qué no se actúa con la misma
celeridad?
Durante mi gestión como Gobernador del Zulia hicimos todo lo
que estuvo a nuestro alcance para combatir y prevenir la delincuencia; entre
las últimas acciones estuvieron los decretos 742 que regulaba la presencia de
niños, niñas y adolescentes en la calle sin la compañía de sus padres o
representantes; y el 749 que regulaba la circulación de motorizados a altas
horas de la noche y sin las medidas de seguridad que establece la Ley. Estas
medidas fueron duramente criticadas por los voceros del oficialismo y ahora
resulta que están replicando dichos decretos.
Venezuela requiere de políticas serias de seguridad que
acaben con la impunidad, pero además debe atenderse a los familiares de las
víctimas. Por ley el Estado debe resarcir a todo hogar que pierda a un miembro
producto de la inseguridad, porque no puede seguir
eludiendo su responsabilidad. La violencia acaba con Venezuela.
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