miércoles, 13 de noviembre de 2013

El poder de la palabra



Pablo Pérez

Hay muchos políticos que por su falta de formación no entienden el poder que puede tener la palabra, sobre todo como parte de un discurso que sea seguido por miles de personas. Hay que saber medir los tiempos y las circunstancias, porque las consecuencias pueden ser muy graves. No todos los “líderes” tienen esas dotes.

En la actualidad vemos y sufrimos las consecuencias de esa falta de tino al expresar ideas en un discurso. Gobernar es un trabajo muy serio que debe ser asumido con total responsabilidad. No se puede jugar al discurso polémico o confrontador a diestra y siniestra, porque las secuelas pueden ser graves. El odio sólo genera odio. La violencia sólo genera más violencia.

Nicolás Maduro viene indirectamente a través de su discurso incentivando actos reprochables por parte de pequeños sectores. Fiscalizar al empresario es una obligación del gobernante, pero convertir eso en un espectáculo que se transmite en vivo y directo a través de los medios, es una exageración. Y más exageración es incentivar a una lucha de clases sin sentido.

Que Maduro critique y señale las supuestas faltas cometidas por algunos empresarios que cayeron en la tentación de especular, es aceptable. Pero es inaceptable que se criminalice a alguien que genera empleos y paga sus impuestos. Y a quien por si fuera poco se le llama "parásito" en cadena nacional.

El uso desmedido del discurso ofensivo y guerrerista está generando acciones ilegales o "percances", tal como lo dice Conatel, de personas que roban electrodomésticos en una tienda con el fin de castigar al parásito. Esa es la consecuencia de una distorsión política

Quiero pensar que Maduro y el Gobierno actuaron improvisadamente en el marco de la desesperación por la crisis que les estalló en sus manos. No quiero pensar que todo es planificado con el fin de generar las circunstancias que permitan decretar un estado de excepción y suspender las elecciones.

Jugar con fuego es sumamente peligroso, porque a veces termina quemándose el auto de dicha jugada. La violencia desatada en las calles no respeta autoridad, ideología o clase social. Ese tipo de estallidos “controlados” terminan siendo descontrolados.

Yo le recomiendo a Maduro, de buena fe, que modere su discurso, que apague el espectáculo y que siga fiscalizando al comercio, que sancione a quien deba sancionar, que no se motive más “percances”, ni criminalice al empresario.

Eso no le hace bien a nadie.
Si siguen con esa conducta y discurso, pudieran generar un caos general en el cual nadie saldría ganando. El país pide paz, diálogo y tolerancia. El país no quiere más guerra y sectarismo. Los venezolanos quieren a un Presidente que admita sus errores y acometa las soluciones.

El uso no racional del poder en medio de una crisis es un pésimo consejero. Siga el ejemplo de la presidenta de Brasil, Dilma Rouseff, quien a pesar de tener a esa enorme nación en la calle y protestando, mantuvo la calma y llamó al diálogo y la participación.

El interés del país, está por encima del interés político de un sector. Por eso calmen sus palabras. No pretendan acusar a la oposición de lo que ustedes han generado con su lenguaje. No insistan en apagar fuego con gasolina. Entiendan el poder de la palabra.



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