Pablo Pérez
Ni la pasión que
genera un mundial de fútbol ha jugado a favor del gobierno para tapar la
crisis. La pésima gestión nacional “jugó” a que Brasil 2014 les sirviera para
bajar la tensión y que la gente se apartara de los graves problemas que vive
Venezuela. Pero hasta en eso fracasan.
Hoy la mayoría casi
absoluta de los venezolanos disfruta de los partidos encerrados en sus hogares,
o como decimos popularmente “encapillaos”, por temor a salir a la calle a
disfrutar con los amigos en algún sitio que ofrezca las comodidades más
especiales para ver cada juego. Y más se aleja la gente de esos placeres,
cuando sacan las cuentas del dinero que debería desembolsar por esa diversión.
Pocos son los
venezolanos que hoy en día invitan a familiares y amigos a disfrutar, por
ejemplo, de una parrillada en familia y presenciar el juego estelar del día,
ante los elevados precios de la carne y demás integrantes de la alineación
gastronómica. Eso sin contar con los costos prohibitivos de las cervezas u
otras bebidas. Todo está tan caro, que esa recreación se realiza en “íntimo”.
La crisis venezolana
no es un juego. Para los venezolanos sus penurias sobrepasan el interés por un
mundial de fútbol. Estamos acostumbrados a las colas, pero no para ingresar a
un estadio, sino para tratar de conseguir los alimentos y demás productos de
primera necesidad.
Este supuesto proceso
revolucionario es amante del show y la fanfarria. Por eso esperaban que Brasil
2014 bajara la presión social por la inseguridad, escasez e inflación. Nada más
lejos de ese resultado. Cada día hay mayor conciencia sobre las dificultades
que vive el país.
Lo peligroso de
“jugar” al mundial de fútbol es pretender “esconder” detrás del juego de Colombia,
Argentina, Brasil, Alemania, España o Italia, por ejemplo, las decisiones
impopulares que están tomando. Lo hacen adrede para evitar el rechazo colectivo
y eso terminará siendo muy peligroso.
Insisto en mi
permanente prédica: el gobierno debe asumir con seriedad el volumen real de la
crisis. No puede seguir jugando con fuego. El país se está deteriorando a un
ritmo muy acelerado y a una velocidad mucho mayor se acaba la paciencia del
pueblo.
Lo mejor que pueden
hacer es aceptar que el modelo socialista y centralista se agotó, fracasó y
debe ser cambiado. Con mucha sinceridad debe hacerlo si de verdad quiere frenar
el estallido social que está en puertas. De hecho ya la gente está en la calle en
largas y agobiantes colas ¿Cuánto más podrá aguantar Venezuela?
Al gobierno nacional
se le agota su tiempo, mientras las ideas se le agotaron hace mucho. Hoy la
crisis los tiene encerrados en su área. Tratan de defenderse, pero erran en su
estrategia. Están a muy poco de ser goleados por los ciudadanos. La mejor
táctica no es replegarse, sino enseriarse y si no saben cómo resolver la
crisis, lo mejor es retirarse. La crisis venezolana es “mundial”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario